jueves, 10 de abril de 2008

Marina Tsvietaieva I: Epílogo




"Repito el primer verso
y fundo la palabra:
-Puse la mesa para seis...-
Te olvidaste del séptimo.


Tristes están los seis,
llueve sobre sus rostros.
¿Quien pudo, en esa mesa
olvidarse del séptimo?

.../...

No eres madre: ni hermano, ni hijo, ni marido.
Y ni siquiera amigo. Te reprocho,
cuando pusiste para seis aquella mesa,
que a mí no me dejases ni la esquina siquiera.

Marina Tsvietaieva, 6 de marzo de 1941.
"Antología poética" Hiperión, 1998.
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Pocos poetas han manejado las palabras como Marina. Pentagramas más que hojas en blanco, albergaban sus poemas y relatos, plenos de ritmo y pasión. Este poema es el último, antes de ahogar su aliento, voluntariamente, para salir del callejón en el que se creía encerrada. "Por último saludo me lanzaré al cielo generoso", fueron sus proféticas palabras, aún en su juventud.

Vivió atormentada por una madre que la obligó a estudiar música, y de la que pensaba que no la quería. Un cuento le sirvió de desahogo. Continuó su desgracia por una revolución de la que nunca supimos, ni ella siquiera, en qué lado estaba: rebelde en espíritu, amante de un zarista: conciliar el maniqueismo de lo bueno y lo malo, de lo pobre y lo rico, de lo justo y lo injusto: monumental misión para un alma maltrecha. La rusia del primer cuarto del siglo XX, no era un paraíso para la sensibilidad. Estos versos nos transportan a su angustia y, quizás, a la de todo un pueblo:

"Las palabras escritas en el cielo negro,
los bellos ojos no las quieren ya ver...
No nos asusta el lecho de muerte
no nos atrae el lecho de placer"

Te entregaste con pasión, Marina. Quizás demasiada para los tiempos que corrian. Dejarse llevar...perdiste tu libertad.

"Para tu pluma soy la página.
Todo lo acepto. Soy hoja en blanco.
Soy el guardián de tus bienes,
quien te los cuida y te entrega, acrecentados"

Reposa, Marina. Volveremos a hablar de ti.

viernes, 4 de abril de 2008

Pido silencio



PIDO SILENCIO

Ahora me dejen tranquilo.
Ahora se acostumbren sin mí.
Yo voy a cerrar los ojos


Y sólo quiero cinco cosas,cinco raices preferidas.

Una es el amor sin fin.

Lo segundo es ver el otoño.
No puedo ser sin que las hojas vuelen y vuelvan a la tierra.

.../...

Amigos, eso es cuanto quiero.
Es casi nada y casi todo.
Ahora si quieren se vayan.

.../...

Pero porque pido silencio no crean que voy a morirme:
me pasa todo lo contrario:sucede que voy a vivirme.

Sucede que soy y que sigo.

No será, pues, sino que adentro de mí crecerán cereales,
primero los granos que rompen la tierra para ver la luz,
pero la madre tierra es oscura:
y dentro de mí soy oscuro:
soy como un pozo en cuyas aguas la noche deja sus estrellas y sigue sola por el campo.

Se trata de que tanto he vivido que quiero vivir otro tanto.

Nunca me sentí tan sonoro, nunca he tenido tantos besos.
Ahora, como siempre, es temprano. Vuela la luz con sus abejas.

Déjenme solo con el día. Pido permiso para nacer.

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Leí estos versos por primera vez, hace más de veinte años. Siguen ahí, presentes. Recordándome quien soy. Obligándome a vivir la nostalgia de un tiempo compartido, cada vez que releo una sola de sus líneas. Aún hoy, ya anclados en la memoria, a veces recitados con la música que algún trovador le puso al último renglón, continúan escarbando la conciencia preguntándome, repetidamente, el porqué de la vida.

Déjenme solo con el día. Pido permiso para nacer.

Nunca tanto se dijo con tan poco. Un grito sin alzar la voz. Una plegaria sin dios. Nacer para vencer a la nada. Nacer para volver a ser. Nacer para componer el alma maltrecha. Soledad para completar el diario que llega hasta hoy y recomenzar sin cuentas pendientes con el pasado.

En la portada, una dedicatoria:

Déjenme sólo con el día,
pido permiso para nacer.
Un año acaba,
empieza una vida.
Amigos, ideas, vivencias,
florecerán cada día,
pero nunca serán como tú,
o como aquellos lejanos días.
¿Te acuerdas?
Sí,
déjame sólo con el día.
Pido permiso para nacer.
11-03-1988

De poeta a poeta. Neruda, entre los dos.